Escucha el audio de este artículo:
🕘 5 minutos de lectura - Por May Paredes
O cómo una artista española ha conseguido que medio mundo opine sobre una canción y un videoclip sin haber sobrevivido aún al anterior debate.
Para no andar con rodeos, hoy voy a escribir sobre Rosalía. Sí, sí, sí.
Vaya por delante que a mí me encanta esta mujer. Soy de perdonar, y Motomami, ya está perdonado. Porque Berghain me ha gustado tanto que, aun sin escuchar el disco completo, me conformaría solo con esta canción y ese maravilloso vídeo a modo de mini film, al estilo de aquellos que en los albores de los 80 nos deleitaban grandes artistas como Bowie, Michael Jackson o incluso Madonna. Impactantes historias visuales sobre las que se apoyaba el temazo y se convertía en obra sacra.
No voy a entrar en interpretaciones ni segundas lecturas más allá de la historia clara y directa que cuenta. Tampoco en debates de patio de red social entre fans y haters, opinadores de teclado a los que nadie ha pedido opinión. Yo lo voy a hacer aquí porque escribo en Pozuelo IN, y me apetece hablar de Rosalía y de lo que su nuevo trabajo se ha convertido: el Berghain Gate.
Me parece terrible que se cuestione a los artistas con esa facilidad tan contemporánea del tuit rápido y la indignación de microondas del facebookero anticuado que se enreda abusando de la falta de límite de caracteres . Que se saque de contexto o se lleve a juicio un trabajo, los métodos o la figura del personaje. Calificativos de magnificencia exagerados y descalificativos patológicos sobre si Rosalía esto o Rosalía aquello.
Nadie parece recordar que detrás de la artista hay una persona ,con sus aciertos, sus rarezas y su libertad creativa, y que el arte, precisamente, no está para gustar a todos, sino para remover algo y por supuesto venderse, véase ARCO.
A mí, qué queréis que os diga, Berghain me ha gustado muchísimo. Para ella, un puntazo a su favor; para la discoteca alemana, una promoción que no sé si es la que deseaban, pero ahora todo el mundo sabe dónde está. Me apuesto la fortuna de Rosalía (la mía no tendría sentido) a que, a partir de ahora, las colas y las listas de espera la convertirán en un lugar más deseado que Shangri-La.
Y mientras tanto, ahí fuera, el mundo sigue siendo un despropósito lleno de panes y paniaguados. Entre Trumps, Mazónes, Netanyahus y demás villanos de película mala, la humanidad chapotea en su propio absurdo.
Cuando todos ya han aprendido lo que es una “cortina de humo”, va la morenaza catalana y eclipsa por un momento el caos global con su Berghain Gate. No calla la gente: unos la elevan al Olimpo del arte contemporáneo, otros la despachan como producto de laboratorio. Pero, ¿acaso no es el arte también un producto?
Pocos entienden que autenticidad y artificio no son enemigos, sino parte del mismo juego ( Salvo las Boys Band o Mili y Vanili). Un artista trabaja, sufre y pule para ofrecer lo mejor que puede. Eso ya merece respeto. Y Berghain es el resultado de hilar finísimo, que se cimenta en una musicalidad bestial, de registros inesperados y susurros islandeses conocidos que la devuelven a su esencia.
Pajarillos cantores y palomas moribundas elevándose hacia este cielo hoy gris, buscando ese halo blanco de luz. Luces mucho más necesarias que las que pronto ,por no decir ya mismo, inundarán nuestras ciudades.
Resumiendo: aplaudo a Rosalía y a todo su equipo. Porque mientras medio mundo discute si es genia o villana, ella sigue currando incansable en busca de lo que casi siempre consigue. Y eso, en tiempos de tanto ruido y tan poca música, ya es un acto de valentía.
Nosotros, nos seguimos viendo por aquí… o en Berghain. Ω
15-07-2023 7:34 p.m.
03-09-2022 1:34 p.m.
12-05-2021 9:47 a.m.
18-04-2021 9:52 a.m.
13-04-2016 10:14 a.m.
03-03-2016 5:55 p.m.
08-12-2015 11:25 a.m.
13-05-2015 9:59 a.m.
17-10-2014 10:52 a.m.