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Algunos confunden ser optimista con ser gilipollas. Con la que está cayendo ser optimista es una elección personal, no un estado anímico
Por Jesús Castells
Fotografía: Marta Aparicio
Al igual que todos vosotros, veo a diario cómo se denigra la situación a todos los niveles. No hay ningún motivo para sonreír, salvo que así lo desees. A las miles de personas que murieron solas, habrá que sumar las que morirán en silencio, fruto del desequilibrio emocional que nos va haciendo lentamente mella por dentro. Poca broma.
Uno de los principales problemas con los que ya estamos lidiando desde hace tiempo y que se ha visto agravado por la pandemia es el paro. El trabajo es un bien necesario para que la mente este activa y no haga cortocircuito. Un trabajo digno honra al individuo y es la mejor medicina para vivir. Es un derecho fundamental recogido en nuestra Constitución, tan importante o más que la libertad de expresión o la libertad ideológica, o incluso el derecho a una vivienda, porque es la fuente de ingreso que nos lleva a conseguir todo lo demás. Sin trabajo no hay futuro.
En mi campo, que es el de ayudar a personas a encontrar trabajo o a emprender, he visto cosas que vosotros no creeríais y aun así, soy optimista. Cuando pienso que ya hemos tocado fondo con otro sueldo de mierda o un despido por WhatsApp, me cuentan otra, todavía peor; una persona que por fin consigue un trabajo después de mucho tiempo y el primer día que se incorpora se lo rompen en la cara argumentando que finalmente no van a cubrir la vacante y que “son malos tiempos para la lírica…” Josdeputaaa!!!
Llegan a mis pechos auténticos desechos humanos que han perdido cualquier vestigio de autoestima que hubieran podido albergar en el pasado, diezmados hasta la extinción por las hostias que se han llevado, ¡claro! Perdonadme las palabrotas, pero yo es que hablo y escribo como lo siento.
Nos hemos deshumanizado hasta tal punto que ni tus propios amigos, excompañeros o familiares te llaman para darte una palabra de consuelo, un ánimo o una tenue luz al final del túnel cuando estás desempleado. Cada día que pasa se suicidan en España diez personas, más del doble de las que mueren en la carretera. Este número se incrementará en los próximos meses, no me cabe duda.
Ya sé que todo está difícil para todos, pero hay que ayudarse. De la forma que sea. Aunque no te lo creas tú puedes hacer mucho por los tuyos. No podemos esperar a que los demás lo hagan o pensar que las cosas las arreglará el paso del tiempo. Las víctimas de la desolación no pueden esperar y hay que actuar antes de que sea tarde. Hay veces que con un buen bocadillo de chorizo la pena se pasa, pero otras muchas, no. Aquel que tenga la capacidad de ofrecer trabajo, que piense en los demás antes que en el beneficio, es el momento de arriesgar dinero por vidas. Y si no está en tu mano ofrecer trabajo de forma directa, ofrécelo de forma indirecta. Gasta, consume, reparte y colabora en la medida de tus posibilidades para que la economía vuelva a fluir. Y si tampoco puedes, no pasa nada, hazlo con tu cariño.
Y ante este mar de calamidad y desolación sólo cabe una actitud, la de ser positivo, la de estar positivo. Positivo y cariñoso a pesar de los pesares. Está demostrado que ser positivo atrae cosas buenas, libera endorfinas poderosas que ayudan a las defensas a mantenerse erguido y es la tabla de salvación a la que hay que aferrarse ahora. Además, ser positivo es contagioso. Tu optimismo les sacará una sonrisa y esa es la mejor forma de combatir entre todos este horror que estamos viviendo.
Y obviamente la gente me pregunta: Jesús, guapo, ¿cuál es el secreto para mantenerse positivo si uno no para de recibir malas noticias? ¿Cómo se recupera uno del “hostión” que se ha llevado? La respuesta es sencilla: un clavo saca otro clavo. Tienes 2 minutos para llorar, patalear, gritar ¡¡¡Josdeputaaa!!!, desahogarte como puedas, sepas, quieras o te dejen, aceptarlo y encaminarte raudo a por la siguiente hostia.
Por la ley de probabilidades con cada golpe que nos llevamos nos queda menos para encontrar lo que buscamos. Hay que seguir adelante. Levantarse, sacudirse el polvo y seguir adelante. No queda otra.
Y los que hacéis voluntariado lo sabéis, la recompensa es grande, porque el que ayuda y siente que ha conseguido transmitir una brizna de ilusión a un ser querido, se siente reconfortado por dentro y esto también le ayuda a él y le animará a seguir.
Ayudar es fácil, no hace falta mucho para hacer una llamada, enviar un mensaje, tomar un café en una terraza, dar una palmada impregnada con hidrogel o un abrazo de oso entre plásticos. Cualquiera de estos pequeños gestos hará que estas personas confíen un día más en la raza. Les ayudará a seguir luchando. Estamos ante una carrera de fondo. Al menos entre nosotros, que no falte un hombro, acuérdate siempre que es uno de los nuestros. Ω
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Jesús Castells es el autor del libro “Josdeputaaa!!! Me han “echao”! de la Editorial La Esfera de los Libros, de venta en las mejores librerías y en plataformas digitales.
También es el autor del libro “Emprender a hostias” de venta exclusiva en Amazon.
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