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La Fundación Magdalena facilita a las personas con discapacidad los apoyos que necesita para conseguir su bienestar
Lo primero que te encuentras al cruzar las puertas de la Fundación es la sonrisa de todas las personas que hay allí. Bien es cierto que hay otras que se muestran más serias, pero no se les borra la sonrisa de la cara… Chari es la primera que se acerca, te llama y sonriendo te pide un abrazo. Y ya te la has ganado… o ella a ti. Además, quiere que juegues con ella con una pequeña pelota que lleva siempre en uno de sus bolsillos. Es una magnífica relaciones públicas.
Ella es una de las 46 mujeres que conviven diariamente en la Fundación Magdalena. Allí todas tienen la oportunidad de desarrollar su ocupación “en un entorno integrador, así como de vivir en un hogar que garantice el respeto de sus derechos, su independencia y su bienestar emocional”, tal y como nos cuenta Adela Sánchez Casas, directora de la Fundación.
El objetivo es atender a las mujeres con discapacidad cerebral con mucha necesidad de apoyo. “Ofrecemos apoyo para que estar personas alcancen su bienestar haciendo mucho hincapié en su autodeterminación, ya que sus necesidades casi nunca se le han tenido en cuenta. Intentamos que sean ellas las protagonistas de su vida”, asegura Adela, quien continúa señalando que “para nosotros el día a día es muy elemental, pero no es lo mismo para este tipo de personas. Se nos olvida que ellos tienen sus derechos”.
Destaca de la misma manera la importancia de la participación familiar como otro de los pilares en los que se fundamenta esta Fundación.
Que sean las protagonistas es…
Son personas con muchas necesidades, con mucha dependencia. Necesitan de los demás para hacer las cosas que para el resto son automáticas. En muchas ocasiones no son ellas las protagonistas. Comen, se lavan, salen… pero lo hacen con ayuda. Por eso buscan que sean ellas las que dirijan sus vidas en el día a día.
“Aquí intentamos enseñarles a decidir. Eso es muy difícil. Nunca se les ha enseñado, no se les ha dado esa oportunidad. Comen lo mejor para ellas, hacen ejercicio porque es bueno, duermen unas horas porque les viene bien… La mayoría de esas actividades están decididas por otros. Por eso lo que queremos es darle la oportunidad de que puedan decidir en aquellas cosas en las que ellas puedan hacerlo”, incide Adela, quien recuerda los ocho años que vivió en las instalaciones de la fundación con ellas como una de las mejores experiencias vividas. “Mis hijos también la recuerdan con mucho cariño”, asegura.
Se hace mucho hincapié en la familia, ya que para ellas es muy importante. Su participación es cada vez más necesaria.
Se procura que todo lo que hagan tenga un sentido para ellas. Como un mini jardín que tienen instalado en el patio central del edificio en el que plantan flores y son ellas quienes lo cuidan y las responsables de que esté bien y crezca. Elisa, Teresa, Jenny y Prado nos lo enseñan mientras lo limpian de malas hierbas. Lo cuidan y lo ven crecer
Hay que atenderlas en muchas cosas del día a día, pero intentan que el apoyo sea individualizado. “Eso es muy importante para ellas”, nos dice Adela y continúa “por ejemplo, antes salían en grupo y ahora pretendemos que cada una salga cuando y donde quiera. Si a una de ellas lo que le gusta es ir al cine, pues intentamos que vaya al cine con una voluntaria. No a todas les gusta el cine”.
Una fundación con 35 años
Para poder llevar a cabo estas actividades se necesitan muchas manos porque las mujeres que hay en la Fundación tienen muchas necesidades. Necesitan prácticamente apoyo para todo. En total son 40 los profesionales que trabajan: enfermeros, médicos, psicólogos, terapeutas ocupacionales, trabajadores sociales, personal de servicio… pero nunca es suficiente.
Adela destaca que para darle todo lo que quieren, después de cubrir sus necesidades, necesitan más ayuda, más voluntarios. Son las manos que van dirigidas a ellas, apoyos que intentan que sean lo más individualizados posible. Porque ellas quieren salir a pasear o ir al cine cuando quieren, no cuando les toca…
Ese es parte del trabajo que realizan día a día. Luchan porque sus derechos sean reconocidos. Que sean igual que los demás. “Son personas con discapacidad, pero personas como el resto. Porque si a alguien que no ve le quitas sus gafas se convierte en un discapacitado. No puede hacer nada, pero mantiene sus derechos. ¿Por qué a una persona con discapacidad cerebral no se le trata igual?”, reflexiona la directora de la fundación.
Tal y como funciona ahora, llevan haciendo esto 35 años. Fue cuando un grupo de padres se hizo cargo del proyecto que realizaba anteriormente una familia. Eso ocurrió en el año 89. Desde entonces trabajan para que cada una de las personas que están en la fundación tenga su proyecto de vida. “Es una finalidad ambiciosa, pero creo que, tengan capacidad o discapacidad, todas las personas tienen sus intereses. Procuramos llegar a lo que ellas desean. Lo hacemos con la familia y participa la persona. Le realizamos un plan individual para alcanzar lo que quieren”, concluye Adela.
Antes de irnos nos volvemos a encontrar con Chari, la relaciones públicas, que hace que salgamos con una gran sonrisa. Ω
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