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La novela histórica se adentra en los últimos destellos de Al-Ándalus a través de la mirada de un médico mudéjar y la memoria de su abuelo, intérprete del sultán Yusuf III
REDACCIÓN - La Granada recién conquistada por los Reyes Católicos no solo fue escenario de pactos y traiciones, sino también de vidas atrapadas en la frontera entre dos mundos. En ese paisaje de incertidumbre sitúa Eduardo Velázquez González su nueva novela, El intérprete del emir (Editorial Sargantana), un relato que se mueve entre la memoria y el presente, entre el esplendor perdido de la corte nazarí y la áspera adaptación a la nueva sociedad cristiana.
El protagonista es Ragib, un médico mudéjar requerido por el conde de Tendilla, Íñigo López de Mendoza, tras la caída de Granada. Ese encuentro no solo marca su destino personal, sino que abre al lector las puertas de una época convulsa, donde la diplomacia, la religión y la supervivencia se entrelazan. Ragib, atrapado entre el deber hacia los suyos y la necesidad de integrarse en la nueva sociedad, acaba bautizándose y casándose con Inés de Mendoza, prima del propio conde. Una decisión que, más que convicción, revela pragmatismo ante un futuro incierto.
La novela avanza con un recurso narrativo poderoso: Ragib relata la vida de su abuelo, Guzmán Nuño de Mendoza, capturado en 1410 y convertido al islam. Renombrado como Qúzman al Mayrití, aquel caballero castellano acabó siendo el intérprete personal del sultán Yusuf III, uno de los últimos grandes gobernantes del reino nazarí. Desde esa posición privilegiada, asistió a la vida refinada de una corte que, en palabras del autor, fue “una de las sociedades más cultas y sofisticadas de su tiempo”. Entre los episodios más intensos se encuentra su romance prohibido con Nahir, una dama casada, que aporta al relato un pulso de pasión y tragedia.
Velázquez González, que combina su trayectoria como novelista y poeta con un compromiso social como voluntario en la ONG Proyecto Hombre, subraya la doble perspectiva de su obra: “Quise mostrar cómo vivieron los vencidos, obligados a transformar su identidad, pero también recuperar esa otra Granada anterior, espléndida y sensual, que el tiempo ha sepultado bajo el mito de la conquista”. La obra, además de rigurosidad histórica, despliega un estilo sugerente, con escenas cargadas de sensualidad y un detallismo costumbrista que sitúa al lector en los palacios, calles y rincones de aquella ciudad irrepetible.
El intérprete del emir se suma así a la tradición de novelas históricas que buscan dar voz a quienes fueron silenciados por la historia oficial. Pero su singularidad reside en la combinación de rigor y emoción, de memoria íntima y épica colectiva. Más allá de los hechos, el libro invita a reflexionar sobre la fragilidad de las culturas, el choque de civilizaciones y la capacidad del ser humano de reinventarse en medio de la derrota.
Con esta obra, Velázquez confirma el pulso narrativo que ya mostró en Vidas pasadas (2024) y abre una nueva puerta para quienes deseen descubrir, desde una mirada literaria y cercana, el esplendor y la caída del último reducto de Al-Ándalus.
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