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Por Alberto Gómez Font
Un buen amigo mío los llama «zapatos con refrigeración incorporada», y mi cuñado dice que cuando los ve en los escaparates de dan ataques de caspa, y yo sufro de arritmia cada vez que veo algunos pies cubiertos, o semicubiertos con esas cosas horrendas, a través de cuyos agujeros asoman, muchas veces, unos calcetines de color gris y brillo sintético.
Sí, estoy hablando de los zapatos de rejilla, de los que Alfonso Ussía, en su Tratado de las buenas maneras dice que ha llegado el momento de prohibirlos, y yo estoy de acuerdo con él, pero además creo que habría que encarcelar a los fabricantes de esas horrendidades, como ya dije aquí cuando hablé de los botines de tacón cubano y cremallera lateral.
Lo que uno no entiende, quizás por que es algo que no se puede entender, es que haya quien se ponga eso en sus pies y además se quede tan tranquilo, y encima se atreva a salir a la calle, a no ser que se trate de una promesa al santo Cristo de Medinaceli.
La excusa de que sudan los pies no sirve para cometer atentados contra la estética. Si hay sudoración excesiva convendrá acudir al médico para que nos recete algún remedio, que haberlos haylos, y con un buen antisudorante y unos calcetines de algodón pueden usarse en verano los mismos zapatos que en invierno, o algunos modelos algo más ligeros, pero cerrados, sean mocasines o con cordones.
Hagamos conjuros para que diluvie cada vez que alguien salga a la calle con zapatos de rejilla, que haya muchos charcos, que se empapen los pinreles y que se pasen el verano en cama con pulmonía doble, así, por lo menos no los veremos pasear calzados con esas cosas. Ω
13-04-2025 8:41 p.m.
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