Por Germán Pose / Imágenes Ricardo Rubio - Nada ilustre y de lustre ocurre en Pozuelo y por nada destaca, dejando a un lado el soniquete de la gran renta per cápita. Se le ocurre a uno -cosas mías- que de tanto de lo que presume Pozuelo deberían sus regidores marcar buen paquete y diferencias y hacer notar su poderío con estilo y elegancia. Pero en Pozuelo no pasa nada. 

La actual alcaldesa, Susana Pérez se llama, ya hiede a formol, el frío hule de su morgue política le acecha, aunque no hay nada nuevo en ello pues desde que llegó nunca se desprendió de su rictus amargo y enfermizo. Administrar una plaza como Pozuelo debería ser un reto y un noble honor que sacudiera el estímulo y la emoción del dueño del bastón de mando, pero no hay manera. 

Los popes locales que han desfilado por Pozuelo han ido trocando ese sagrado bastón por varita de perverso mago para sacar de su chistera billetitos verdes y de todos los colores. Pero hay crochets para todos, porque mientras unos trincaban pasta y poder desde su poltrona de piel gruesa el pueblo, que también tiene lo suyo, asistió siempre amodorrado a su infame faena, sin inmutarse, como lelos y a votar y verlas venir. También es verdad que hay gente estupenda, con su mano limpia siempre tendida y dispuesta, pero que poco cuentan.

Pozuelo, el pueblo más rico y tan soso. En Pozuelo no pasa nada. Monotonía de lluvia sobre las aceras de un pueblo partido en dos en el que solo parecen florecer los magnates de La Finca, los bares de postín y los traficantes de falsa cocaína, que es cal de la pared. Villarriba y Villabajo, o sea. 

Los de arriba se espantan las moscas con abanicos de Chanel y los de abajo se las zampan de aperitivo entre lingotazos de anís y botellines de Mahou. No pasa nada en Pozuelo, el pueblo más rico y memo a la vez. Solo tiemblan las calles con el estruendo del camión de la basura. 

Escasea la gracia y el ingenio languidece en las sombras como un animal herido. Y si alguien menciona la palabra cultura en las salas nobles del Consistorio se echan la mano al cinto, donde  arden sus pistolas de jabón barato. Qué triste la agenda cultural y social de Pozuelo, qué desperdicio, qué emoción entre ruinas. 

Nada pasa en Pozuelo, el pueblo más rico y con menos crímenes según dicen. Ni siquiera hay quinquis, sostienen los datos; apenas un puñado de paseantes de farlopa de tercera y algún que otro borrachín peleón, hay que ver. Pero claro, de donde no hay no roban, como sostiene el filósofo Lolín.