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EL RÚSTICO DE POZUELO, EL GOLF MÁS ROMÁNTICO Y POPULAR

19-02-2022 12:47 p.m.

Campo rústico de Golf de Pozuelo
(5)

Si dices Club de Golf de Pozuelo, muchos pensarán en el campo de Somosaguas o, incluso, el Club de Campo, dos de los espacios para jugar al golf más exclusivos de Madrid. Más allá de la realidad, y alejados de esa opulencia y exclusividad reinante en estos campos de golf, se encuentra este humilde club de Pozuelo de Alarcón, “El Rústico”, como mejor lo conocen los aficionados que lo crearon en el año 1988.

Por Nacho Sánchez / Fotografía Ricardo Rubio - Enfrente de este campo singular se encuentra el elitista Colegio Americano, del que le separa la carretera de Aravaca. En medio de un descampado, y entre cientos de juncos, hierbajos y árboles se puede apreciar desde la carretera que conecta con Aravaca, la única sede de golf rústico en Madrid y de los pocos que hay en España. Tan solo 20 conforman este exclusivo elenco de campos rústicos en el panorama nacional. Un campo de golf que se sustenta gracias al trabajo diario que dedican sus socios. Unos socios, mayoritariamente jubilados que, con su pasión por este deporte, cuidan desinteresadamente los nueve hoyos que conforman el campo. “Los socios jubilados somos los que mantenemos el terreno, si no nos saldría muy caro. Recogemos, limpiamos, todo lo que necesite el campo, ahí estamos para colaborar”, reivindica Pablo Lucas, presidente del club desde el año 1997. 


Una decena de jubilados acuden diariamente a jugar a este lugar, otros, simplemente se acercan por allí “a echar la mañana”. Entre todos arreglan los desperfectos ocasionados por el botellón del fin de semana, el principal problema con el que tienen que lidiar. “Si vienen y recogen la basura y no rompen, no pasaría nada. Pero es que nos rompen, nos quitan las banderas, es un descontrol. Yo solo pido que respeten el campo”, declaran enfadados todos y cada uno de los socios que sufren las tropelías de los más jóvenes. 


Para adentrarse en las áridas calles del campo y llegar hasta la Casa Club construida a base de chapa, se debe acceder desde un pequeño e improvisado aparcamiento que tiene cabida para unos veinte coches colocados anárquicamente. No es una Casa Club al uso, como la de cualquier campo donde hay tienda, cafetería, vestuarios y guardapalos. Una caseta más parecida a la de una obra que a la de un campo de golf, a la que tuvieron que cerrar con llave ante los sucesivos robos que sufrieron por unos pocos vándalos. “Aquí guardamos los rastrillos, las palas, todo el material de trabajo del campo. Por eso, las cosas de valor ya no las tenemos aquí porque te lo roban”, declara Pablo Lucas. 


“Este campo es un espectáculo”

“Este es el mejor rústico de toda España. ¡Y muy difícil!”, declara eufórico un socio en el tee del hoyo 10 a punto de dar su golpe. Fue diseñado por Agustín García, su socio fundador, en una ardua labor de esbozo, organización y allanamiento. La dificultad de este tipo de campos reside en la heterogeneidad del terreno. La ausencia de hierba otorga al juego una dificultad mayor que en los campos normales, pues pone a prueba todos y cada uno de los recursos del jugador. El juego adquiere un carácter imprevisible ante los botes extraños que puede dar la bola, tanto en la calle como en el propio green. El campo tiene sus cosas malas, pero también sus cosas buenas. El frío y en momentos de heladas, los campos de golf sufren mucho ante este tipo de inclemencias meteorológicas, obligándoles a cerrar los greens. No obstante, los rústicos no adolecen de esta serie de problemas, pues al ser de tierra, toleran todo tipo de temperaturas extremas. “¡Este campo es un espectáculo! Tenemos uno de los mejores skylines de Madrid. Puedes ver la Sierra de la Cabrera, la Sierra de Burgos, las cinco torres de Madrid…”, presume Antonio Alcántara, presidente del Comité de Competición del campo antes de salir a jugar su ronda diaria.


La importancia de los socios

Los socios tienen una importancia capital en el club. “Si los socios no pagaran… ¿Cómo íbamos a mantener el campo? Todos los años hay que segar dos veces o tres… todo esto cuesta dinero y hay que pagarlo y mantenerlo”, declara agradecido Pablo Lucas ante la ayuda que recibe de todos los socios. Aunque no todos pueden hacer frente al pago de la cuota, la mayoría de los socios abonan un total 12 euros al mes. Toda la recaudación es para hacer frente al gasto referente al campo, siempre con la inestimable ayuda de los socios. “¡Me voy a arreglar el hoyo 4!”, grita a lo lejos uno de los jubilados. 


Pagar los contenedores de recogida de basura, las máquinas segadoras, los rastrillos, etc. La mayoría de la basura viene derivada por las numerosas noches de botellón que ensucian y estropean las calles del campo. “Vienen a emborracharse y a romper. Esto no puede ser. Lo dejan todo lleno de botellas. Hasta incluso han metido fuego uno de los hoyos. Por suerte, todas las semanas viene el servicio de limpieza de Pozuelo y nos ayudan a recoger toda la basura que hay por medio”, denuncia enfadado Manuel Cabrera, uno de los Socios de Honor del club, ganador del Abierto de Madrid en 1970 y campeón de España senior en 1993.


Un campo de golf abierto al público en el que puede jugar todo aficionado que quiera disfrutar de sus 9 hoyos. “Aquí dejamos jugar a quien quiera. Vienes y juegas. Todos los días está abierto al público, menos el domingo, que lo cerramos para los socios. Es el club más barato de España”, invita Pablo Lucas a todo aficionado a disfrutar del campo. 


Las noches de botellón: un continúo fastidio

Los doce euros de cuota mensual que pagan los socios parece irrisoria para la mayoría de jugadores de golf que emplean cientos de euros en jugar diariamente en campos más exclusivos. Una cantidad que difiere por completo a los demás campos de la zona. Esta cuota, por pequeña que parezca, goza de un papel fundamental para hacer frente a todos los gastos relativos con el campo. Uno de ellos, por no decir el principal, son las grandes cantidades de botellas que dejan por las calles del campo cientos de jóvenes tras horas y horas de botellón. Y no solo eso, sino que rompen las estacas, roban las banderas e, incluso, estropean las calles. Una auténtica lacra que pone en jaque el trabajo diario de todos los socios. “Es que no hacen más que liarla. Nos rompen los lavabolas, las esterillas, los carteles… ¡es la leche!”, critica Cabrera, “¡y vienen a hacer daño!”, continúa el presidente. Una problemática donde se ven completamente desbordados y, en ciertas ocasiones, solos. “Ya nos han robado tres o cuatro veces. Hace unos años nos robaron las máquinas de segar, que era lo de más valor que teníamos. Las compramos, y a los tres días nos las robaron. Cada máquina cuesta 400 euros”, se muestra enfadado Pablo.


Amigos que son una familia

Todos los domingos amanecen en el Club de Golf con un ambiente diferente. La competición pone a prueba a más de uno, donde la amistad queda en un segundo plano hasta que finaliza el campeonato. Será en el famoso “hoyo 19” donde comentan la jugada con cigarro y cerveza en mano. Todos los domingos el campo queda cerrado a todo aquel que no sea socio, pues históricamente se han celebrado torneos entre los socios con premios para los tres primeros clasificados. 


La amistad es un valor fundamental entre los socios, pero la competición saca las garras de cada uno para conseguir el ansiado premio. El ganador recibe una tarjeta con material deportivo por valor de sesenta euros, cuarenta para el segundo y veinte para el tercero. “Últimamente hemos hecho aquí un par de paellitas, hay que celebrarlo. Tenemos un amiguete que es un fenómeno y nos hace aquí las comilonas”, recuerda Cabrera.


Y no solo los domingos se juntan después de jugar la partida. La afición por el mus queda patente entre los jubilados. A veces una, otras veces son dos las partidas que echan a esta tradicional práctica nacional “Aquí somos un maravilloso grupo de amigos. Después de jugar al golf nos echamos la partidita de mus, aquí en la caseta de chapa. A veces una, a veces dos… ¡Nos lo pasamos de maravilla!”, declara Gonzalo Sánchez Pinilla, que a sus 87 años es el socio de mayor edad del club. “Aquí hay mucho ambiente, siempre estamos de cachondeo. Me encanta lo que hemos creado aquí. Yo podría ir a otros campos a jugar, pero me encuentro aquí como en casa”, remata Cabrera.

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