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Por Adolfo Moreno
Que cierre un comercio de proximidad es una mala noticia, si lo que se cierra es una librería es una pésima noticia, pero si lo que se acaba cerrando es un centro de referencia cultural de toda una ciudad, es una tristísima noticia.
Hemos conocido en las últimas de fechas que va a terminar la andadura de la “Cafebrería Ad Hoc”, un espacio cultural de referencia en Pozuelo de Alarcón que con tanto tino y mimo ha dirigido Lola Vivas durante los últimos años.
Al perecer es insostenible la gestión del negocio desde el punto de vista económico.
Estoy convencido que a mi tristeza se unen la de muchos vecinos de Pozuelo que tuvieron como referencia esta isla de cultura en nuestra localidad, un espacio coqueto, intimo, relajado, donde el olor a los libros y el sonido del crepitar de las hojas se confundían con los susurros de las conversaciones de Lola con los clientes, comentando novedades o dando consejos sobre publicaciones.
Hoy es un día triste y desgraciadamente no será el último. Pero la tristeza no es solo porque duela en lo personal, ni por lo necesario que creo es que exista un espacio de libertad y concordia como era este local. La tristeza va más allá y os diré por qué.
Esto no se limita al cierre de una persiana metálica y la desaparición de un local lleno de libros y de historias, no es eso. La persiana cerrada es la puerta de salida de unos sentimientos que desde fuera no se aprecian.
La incertidumbre del futuro sigue agrediendo los finos hilos que sujetan la cultura en nuestra sociedad.
Una librería no es solo un negocio del que viven los libreros que la gestionan. Ellos son la cabeza pensante y trabajadora del iceberg. Debajo, sin embargo, coexiste un mundo en el que nadie repara.
Cuando cuando cae la persiana metálica en una librería y la cubre el silencio, quienes se van a la calle son cientos, a veces miles de personas con nombre y apellidos reconocibles. A la calle, se van las imprentas y sus trabajadores, las editoriales, los correctores, editores, distribuidoras, repartidores, diseñadores, comerciales, traductores, agentes literarios, etc,
Cuando una librería cierra, el tejido que subsiste debajo del iceberg se deshiela un poco más y la cultura se licua a su alrededor. Cuando una librería cierra de alguna manera nos despiden a todos.
Este coqueto espacio de “La Cafebrería”, nos trae maravillosos recuerdos de encuentros con escritores, como olvidar mi primer contacto con este templo de la cultura en la presentación del libro de Jesús Castell, organizado por nuestra buena amiga Carmen Millán, también los encuentros que tuvimos allí con los integrantes del club de lectura de Pozuelo con el inagotable Valentín al frente, allí nos reunimos con diputados, con empresarios con compañeros de agrupación, con amigos, pensando en una dinamización de nuestra ciudad y haciendo proyectos de un futuro mejor para todos.
Ahora esto se difumina, confiemos que sea un punto y seguido y no un punto y final. Quiero agradecer a Lola, su amabilidad, su simpatía, su complicidad siempre durante estos años en este bonito proyecto de libertad y de cultura que llevó a cabo en Pozuelo de Alarcón.
Nos abandonan los libros, pero no podemos olvidar las ideas.
Adolfo Moreno es vecino de Pozuelo
Y miembro de la Corporación Municipal
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