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El 9 de agosto se celebra el Día Internacional de las Poblaciones Indígenas. Para Manos Unidas, es siempre una fecha muy importante pues desde hace casi 60 años, la ONG de Desarrollo de la Iglesia, ha apoyado a cientos de miles de personas de hasta 222 etnias de pueblos indígenas, tribales y nativas de todo el mundo con el objetivo de que se respete su identidad y sus derechos. Un ejemplo de ello es el Premio Bartolomé de las Casas que el rey Felipe VI entregaba hace tan sólo unas semanas al socio local de Manos Unidas en Colombia, FUCAI (Fundación Caminos de Identidad) para destacar su apoyo en la legalización y consolidación de territorios indígenas de las regiones de la Orinoquia, la Amazonía y la Guajira colombiana.
En todo el mundo hay más de 370 millones de personas indígenas (más del 5%)repartidas por más de 70 países, que hablan más de 5.000 lenguas (el 75% de los idiomas conocidos) y cuya cultura y conocimientos han contribuido de manera determinante a la historia de la humanidad. Pero también, los indígenas se encuentran entre las poblaciones más desfavorecidas y vulnerables ya que constituyen el 15% de los pobres del mundo y representan un tercio de las personas que viven en extrema pobreza en áreas rurales. Por si esto fuera poco, las poblaciones indígenas sufren rechazo, discriminación, abusos, invisibilización y desplazamientos forzosos que, en los últimos años se han visto acentuados por la globalización económica y los efectos del cambio climático.
En muchos casos, los pueblos indígenas ven su identidad y hasta su propia existencia amenazada. Esta situación la sufren por extensión aquellas personas e instituciones que denuncian su realidad y defienden a los indígenas, hasta el punto de llegar a la persecución y a las agresiones e incluso, a la muerte.
Para Manos Unidas los principales desafíos a los que se enfrentan estas poblaciones son: en primer lugar, los grandes proyectos económicos (agroindustria, recursos energéticos e infraestructuras) que se ejecutan en sus territorios y que suelen tener como resultado la degradación del medio ambiente del cual depende su supervivencia. Y, en segundo lugar, pero relacionado muchas veces con el primero, la violación de sus derechos humanos, sus territorios y su exclusión de los beneficios económicos.
Para Waldo Fernandez de Manos Unidas: “mejorar la situación de los pueblos indígenas requiere un crecimiento económico sostenible y estrategias que aborden las múltiples desventajas que enfrentan. Las posibilidades de los pequeños campesinos indígenas serían mayores si tuvieran asegurado el acceso a la tierra, a sus semillas, a recursos productivos, capacitación y acceso a los mercados…etc.” Porque tal y como asegura el Papa Francisco en Laudato Si´: “Todo campesino tiene derecho natural a poseer un lote racional de tierra (…) y además del título de propiedad, debe contar con medios de educación técnica, créditos, seguros y comercialización”.
Precisamente, hablando de derechos, este año 2017 se celebra el Décimo Aniversario de un documento que ha supuesto un antes y un después en la defensa y reivindicaciones de estas poblaciones: Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (DDPI).
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