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Por Ricardo Rubio
No sé qué dimensión ni curso tomarán los acontecimientos. Ni sé a ciencia cierta hasta donde seremos capaces de aguantar. Por la mañana las colas de la necesidad. Por la tarde las protestas de los privilegios. No hay error posible. Todos tenemos derechos pero ni se juega con la salud de los demás ni con la dignidad de todos.
La situación en la que nos encontramos es un problema común y si no vemos a nuestro vecino como un aliado, saldremos de aquí exactamente igual a como entramos. Y lo poco que habremos aprendido entonces. No salir es dejar de vivir. Ser el problema y no la solución, es un camino equivocado.
Hay una vida después de la vida, de esta vida insulsa y decepcionante que hemos vivido. Una vida llena de posibilidades. Lo común es la única ideología posible en estos días raros. A la guerra siempre vamos los mismos por cierto. Los que hablan medio en broma medio en serio “yo sacaría los tanques” serán los primeros en replegarse y buscar refugio cuando las bombas caigan. Los fusiles han dejado de ser vacunas hace mucho tiempo ya. Sería bonito que fuera el momento del respeto. Por nuestro vecino. Porque no me importa lo que piense si lo que necesita es ayuda.
No se me entienda mal. Mi vecino no necesita mi compasión ni mi limosna. Ni la caridad ni las donaciones de nadie. Mi vecino lo que necesita es que en los hospitales le atiendan y le cuiden. No perder la dignidad en las residencias de la tercera edad. Que en la cuenta del banco haya un dinero suficiente cada mes para poder vivir. Hablamos de protejer a los más débiles, los ausentes de una sociedad que mira para otro lado cuando las cosas se ponen feas.
O el estado se pone las pilas o la solución siempre acabará siendo la misma: La gente salvando a la gente.
Da miedo escuchar que volvemos a la normalidad. Porque cada dia pienso en lo bonito y limpio que esta Madrid y me da pánico pensar otra vez en volver a esa normalidad. Porque así somos. Nos lo llevamos todo por delante. Estamos demoliendo el edificio con nosotros dentro. Pensado además que el techo solo se le cae al vecino. Y al final bebemos siempre de nuestra propia medicina. Nuestros errores de hoy nuestro virus de mañana.
Mientras tanto la vida vuela. El tiempo se escapa. Ayer eran las 12 y en apenas un minuto eras las 19. A veces, como ahora, después de un refriega de insultos y palos, después de cargas policiales y gente llena de odio por todos lados me siento en este coche para mi terapia diaria. Al otro lado siempre hay alguien. Siempre alguien dice una frase cada noche. Siempre una sonrisa y un abrazo.
Entonces decido volar, soñar, empezar de nuevo. Y el tiempo se detiene un instante en el brillo de unos ojos y todo deja de suceder. Y todo vuelve a pasar.
Es importante subir el volumen: ¡Woman!
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