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¡Hoy ha sido un día horrible, un día para olvidar! Me he levantado tarde, sobresaltada porque apagué el despertador de forma inconsciente y tenía una videollamada a las 9:00h en punto. He tenido que decir que no me funcionaba bien la wifi y que me he tenido que conectar a través del móvil para justificar mi impuntualidad. Al verme reflejada he pegado un respingo para apagar la pantalla, porque tenía unas legañas tamaño pistacho, por no hablar del pelo estilo afro. Lo he justificado con la débil señal del teléfono, justo antes de ponerme en “mute”.
Han sido cuatro interminables horas de llamada que la verdad me han cundido bastante, me ha dado tiempo a desayunar, ducharme, abrir dos veces la puerta, una al de Amazon y otra a la plasta de la vecina, que he tenido que cortar a la media hora… luego con unas pinzas me he quitado unos pelos rebeldes que tenía en la barbilla, y por último me he preparado las judías verdes para hervirlas después. El truco es estar más o menos atenta y de vez en cuando hacer la escucha activa; es decir, activas el micrófono y dices ¡ajá! como que estás atendiendo. Y obviamente si escuchas tu nombre, dices cualquier cosa rápidamente. Al terminar la videollamada me ha llamado mi jefe para preguntarme si me encontraba bien. Le había extrañado que hubiera estado chascando los dedos la última media hora. Le he dicho que tengo las articulaciones de aquella manera, que estoy con el reuma un poco subido y ha colado. Debe de ser que en el último “ajá” se me olvidó silenciarme y han oído el proceso completo del despiece de la judía verde. Jesús, ¡qué vergüenza!
La videollamada de la tarde la he compaginado con la siesta. He desarrollado la increíble habilidad de dormir con un oído abierto y ser capaz de responder un “me puede repetir la pregunta, por favor” en menos de tres segundos. Increíble.
Como yo veía que hoy no estaba fina y la cosa no fluía, después de la última videollamada me fui a dar un paseo por el campo para meditar un poco y que me diera el aire. Agarré mi mascarilla, ya me he acostumbrado a llevarla, y me puse en marcha. Hace casi un año que llevo la misma mascarilla y la verdad es que a mí me protege, me ha salido buena. Entre lo rellenita que me he puesto, que voy más apretada que los tornillos de un submarino, y tanto caminar, me pegó un retortijón que casi me dobla. Al tercer envite no pude más que apartarme del camino, buscar un arbusto más o menos frondoso y bajarme el pantalón como quien pela un plátano. Hacer de vientre a pulso en plena naturaleza es cuando menos desapacible, aunque alivia mucho, eso sí. Me dio mucha pena tener que sacrificar mi mascarilla porque al quitármela vi mi propia imagen reflejada en el anverso, como si nuevamente se hubiera obrado el milagro de la sábana santa, pero tuve que elegir y el tanga era de esos de hilo dental. Una pena, ahora a ver si pruebo la nueva FFP2 esa de la que hablan, que puesta pareces la locomotora del AVE. No quiero ni pensar cuando un ser inteligente del futuro encuentre esta mascarilla fosilizada y le haga la prueba del carbono-14. Pensará que el mismo orificio servía para comer y… descomer.
Lo realmente jodido fue volver a casa sin mascarilla. Más ligera, ¡eso sí! Yo creo que me dio menos pudor cuando sin darme cuenta se me salió una teta en clase de educación física y el profesor me miraba congestionado clavando sus ojos en los míos para evitar cualquier atisbo de culpa, qué bochorno. La gente si te ve sin mascarilla te insulta, así sin miramientos. ¿No les dará por pensar que estoy haciendo footing? ¡No!
Y ya para rematar el día, justo antes de dormirme, incluso antes de hacer mis ejercicios de relajación, leo en Instagram que el abuso del satisfyer produce insensibilidad en la zona, hay que joderse, vaya día de mierda, ¡y nunca mejor dicho!
¡Hala! hasta mañana.
FIN
La risa es una respuesta biológica producida por el organismo como respuesta a determinados estímulos. Si al leer esta historia te has reído o sonreído, que es una forma suave y silenciosa de reírse, me vale. Algunas teorías médicas atribuyen a la risa efectos beneficiosos para la salud y el bienestar, dado que libera endorfinas. Reír cura tanto o más que el abrazo reconfortante de un ser querido. Si te ha hecho sonreír o reír mi historia, envíasela a una amiga para que sepa que la quieres. Si lo reenvías a un chat de madres del colegio encuentras un marido al que no le guste el fútbol, así sin sorteos.
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Jesús Castells es profesor en ESIC, consejero en EDVE Escuela de Ventas y autor del libro “Josdeputaaa!!! Me han “echao”! de la Editorial La Esfera de los Libros, de venta en las mejores librerías y en plataformas digitales.
Josdeputaaa!!! Me han “echao”!
También es el autor del libro “Emprender a hostias” de venta exclusiva en Amazon.
Emprender a hostias
Jesús Castells en Instagram
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