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ENVIDIA DE LAS FIESTAS DEL CARMEN

17-07-2022 10:02 p.m.

Fiestas del Carmen Pozuelo
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Las fiestas del Carmen del barrio de la Estación tienen su miga. No sucede lo mismo con las fiestas de La Consolación de Pozuelo de Arriba. Tan bulliciosas como desangeladas. Algún concejal de la cosa debería tomar nota ya que somos el mismo pueblo.

Por Germán Pose - Disparaba en la ardiente noche del viernes su fuego rockero la histórica banda Seguridad Social en el parque del barrio de la Estación y todos tan a gusto. Era la actuación estelar de las Fiestas del Carmen para regocijo de los parroquianos, que movían sus caderas contentos y bien rociados en vaharadas impregnadas del aroma de fritanga de pancetas y criollos. Otros, parloteaban animadamente acodados en la barra de una caseta; y a lo lejos, dos amantes arrebatados se derretían en un beso sin fin bajo los sauces, que se partían de risa. Y daba gusto, la verdad. 


Las fiestas del Carmen del barrio de la Estación acaban de terminar pero tienen su miga. Aparte del tren, que no es baladí, pasan cosas de fuste en ese barrio que se mantiene con honor en un segundo plano frente al Pozuelo de Arriba, o sea, el viejo pueblo, con sus caballitos blancos y sus caballitos negros. El paseo por ese frondoso parque de la Estación, llamado Prados de Torrejón, bajo la superluna traidora de julio resultaba placentero. Allí se instaló la feria, como todos los años, claro. 

“Daba gusto contagiarse de la excitante algarabía de los niños disfrutando de las atracciones”

Por un lado, las casetas grandiosas con abundante comida y bebida desafiando severas analíticas; en un margen, las grandes atracciones de verbena, paraíso sonoro y visual con su punto sicotrópico, que diría Escohotado. Y presidiendo el lúdico panorama, el gran escenario para las orquestas. Se le cruzan a uno revueltas sesiones al volante de flamantes coches de choque en las tinieblas de los tiempos, pero eso es otra historia.  


Daba gusto contagiarse de la excitante algarabía de los niños disfrutando de su atracción en el parque. El Gusano Loco, el Péndulo mortal….Bueno, había un niño que giraba solo en el interior de una pequeña noria. No se había subido ningún niño más. Y una vuelta, y otra vuelta, él solo, con la mirada perdida en los destellos de la verbena. Las ferias tienen muchas caras. Pues eso, lo que es un ambiente de fiesta de pueblo, pasan cosas, sin más pretensiones.


No creo que suceda lo mismo con las fiestas de Pozuelo de Arriba, se supone las más importantes, en honor a la Virgen de la Consolación, la primera semana de septiembre. Una fiesta, aparte las solemnes celebraciones religiosas, que acarrea desde hace tiempo un aire bullicioso, pero tan cutre como desangelado. Desde que trasladaron el supuesto recinto ferial a la calle San Juan de la Cruz la situación se ha ido haciendo cada vez más gris e insostenible. El paisaje no puede ser más desabrido, en mitad de la nada, en mitad de una calle que, además, se corta durante el tiempo de fiesta, fastidiando el viaje en coche de los vecinos. No hay ambiente de feria y verbena en ese lugar. Ni siquiera los feriantes ponen mucho empeño en acudir porque casi siempre salen palmando. Y será porque en Pozuelo estamos sin parques.

“Y esos falsos encierros de becerros con cara de viejos calle Doctor Cornago abajo”

En las pocas atracciones que se instalan, los niños se resisten a subir porque les da mal rollo, ante la insistencia de sus padres, tan desganados como ellos. Las casetas de comida y bebida se instalan en la céntrica plaza del Padre Vallet, a dos kilómetros de la verbena -para conectar almas y pensamientos-, y junto a ese gran espacio de botellón delirante, el escenario gélido y atropellado para las actuaciones musicales. 


Y, a todo esto, las distintas peñas y charangas dándolo todo con total entusiasmo. Disfrutando de la efeméride con mucho orgullo y pasión a pesar de esos falsos encierros de becerros con cara de viejos calle Doctor Cornago abajo que nos tocan cada año. Por no hablar de la cochambre de los festejos taurinos que se suelen anunciar, con el pastón que nos cuesta. 


Pero llegará el arranque de las fiestas de la Consolación y el pregonero de turno se asomará al balcón del Ayuntamiento con toda su buena intención ante las sonrisas de escayola negra de las autoridades municipales que le rodearán. Y, hala!, a la calle y ¡Viva la Virgen! 


Hombre, visto así, dan un poco de envidia gloriosa las fiestas del Carmen. El concejal de la cosa podría tomar nota, ya que somos el mismo el pueblo, aunque, sí, unos de arriba y otros, de abajo. Venga concejal, estírate y lo bordamos. Y, ya de paso, que vuelvan los coches de choque de verdad. Por algo se empieza. Todo es ponerse.

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