Por Germán Pose / Fotos: Carmen Millán - Berta Álvarez (Madrid, 1969), periodista, escritora, cocinara de postín y vecina de Pozuelo de Alarcón acaba de publicar el libro “Recetas de guerra” (Ed. Kailos), un relato crudo y real, en clave culinaria, auténtica memoria histórica de una época dura de la historia de España, desde los inicios de la II República hasta el final de la posguerra. Una obra en la que se relata la forma ingeniosa y corajuda de aquella generación que esquivó el hambre y la miseria. Pozuelo IN asistió a la presentación del libro y tiró de la lengua a la escritora. 

-Nunca ha venido tan al caso el axioma de “hacer de tripas corazón” de aquella generación que espantó el hambre a base de ingenio.

Totalmente. Una de las cosas que recalco en el libro es el ingenio y coraje de aquella generación que tuvo que desarrollar muchísima creatividad para vencer al hambre y la miseria que provocaron aquellos malditos años. La generación de mis abuelos, ay, dios mío, de qué manera se buscaron la vida para apenas comer algo y sobrevivir.

-Es un libro que plasma aquellas recetas imposibles que, por culpa del racionamiento y la escasez, tuvieron que echarse al coleto guisos terribles. Por ejemplo, los gatos desaparecieron de las calles de Madrid, pero no escribes recetas de gatos.

No, de gatos no escribo recetas, pero, sí, la gente se los comía, y a los niños les daban carne de perros pulgosos y cosas así, y de otras mascotas. Había que comer y salir adelante.

-¿Has probado alguna de esas recetas de guerra. ¿Cuál de ellas te resultó más desagradable?

Bueno, he probado alguna, y más o menos se podía digerir, pero lo más terrible fue la carne enlatada, estaba horrible. Me costó mucho probarla, era peor que comida para perros. Pero aquella gente tenía que comer, además esa carne era una de las ayudas que venían del exterior, por ejemplo de Canadá.

-Una de las recetas más curiosas que refieres en el libro es la tortilla de patatas sin huevos ni patatas. ¿Cómo era eso?

Pues se utilizaban las mondas de naranja en sustitución de las patatas y se cocían mucho para quitarles el amargor. Y luego, en vez de huevos, hacían una especie de trampantojo a base de bicarbonato, agua, apio y perejil para darle un poquito de sabor. Y si había azafrán le echaban un poquito y también pimentón. Entonces, bueno, eso engañaba al cerebro y al paladar, y ahí se mantenía la gente.

-En el campo y algunos rincones de las ciudades se comían cosas muy básicas como las migas del pastor, el cocido, los callos…que solían ser despreciadas por la burguesía y, qué cosas, ahora son platos gourmet en los restaurantes.

Sí, es verdad, esos guisos de la abuela ahora están en las cartas de los mejores restaurantes de las grandes ciudades, y afortunadamente. En la época que narro en el libro se escuchaba a diario, y se oía, en los patios de las casas más humildes el guiso de las legumbres y los garbanzos saltando en la olla. Y mira, ese tipo de guisos caseros han vuelto ahora a las mesas de postín de los mejores restaurantes. 

-Ahora, en los tiempos que vivimos, de tanto exceso y consumismo, se tira mucha comida a la basura, ¿cómo asistirían nuestros abuelos, que tanto hambre pasaron, a este estado de cosas?

Uff, muy mal, no lo podrían entender, ni lo entienden, los que sigan vivos. Yo me pienso mucho tirar la comida que sobra. He entendido a mi abuela, que nos cebaba cuando de críos íbamos a comer a su casa y nos cebaba y no permitía que nos dejáramos nada en el plato. Ellas pasaron hambre y todo eso lo valoraban muchísimo.

-Lo que no se ha valorado lo suficiente es la manera como nuestros ancestros sacaban la familia adelante sin nada de recursos.

Por supuesto, yo se lo explico a mis hijos, que no han pasado necesidades. Y les digo que ahora están bien pero nadie sabe lo que puede ocurrir en un futuro próximo. Ahí siguen las guerras, Ucrania, Gaza, África…Nos podría tocar a nosotros sufrir todas esas calamidades y no somos conscientes. Hay más muertos por hambre en las guerras que en el campo de batalla.

-Se puede decir que esas mujeres, y también hombres, que, a su manera, construyeron una increíble economía doméstica eran auténticos héroes.

Desde luego, heroínas y héroes, tanto los hombres como las mujeres de aquella época se merecen un gran reconocimiento.

-Tienes en proyecto otro libro, continuación de este, con recetas de otra época.

Sí, es una época más cercana a nosotros, son recetas de la Transición. Cuando muere Franco había una gran brecha social y mucha gente lo pasó mal durante mucho tiempo. Y ahí estamos.