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Por Ricardo Rubio
Hay un exilio en cada uno de nosotros. Estamos preparando excedencias voluntarias para pasar página lejos de todo y de todos. La penosa prisión en la que se ha convertido esta cuarentena nos obliga a dar pasos en todas direcciones. No queremos hacernos daño. No queremos abrazarnos, estrecharnos, absorbernos unos a otros con verdadera pasión. Y si queremos, no lo haremos.
Nos damos cuenta de que nada se han detenido estos días. Nada ha quedado atrás. Y el presente nos resulta inalcanzable. Las listas de personas, los amores prohibidos, la fila del super donde se que vas. El cáliz de donde has bebido y que antes profesaba ahora suena inquieto dentro del lavavajillas. Me gusta todo de ti, pero no puedo coger nada. Hay noches que me levanto y pienso si todo es real. Si volveremos al 28 de Febrero. A Quique. Si la ansiedad será nuestro espacio común.
Hay muchos caminos pero en todos hay una decisión que tomar. ¿Veo a mi madre? ¿Abrazo a mis hijos? ¿Cuándo volveremos a estar juntos? ¿Por qué contigo si y con el resto no? Te quiero y quizás por eso la respuesta es “No”.
Somos tomadores de decisiones. Quizás en el futuro haya alguien a quien le paguemos para que nos solucione la vida con determinación. Quizás haya una profesión que sea Ejecutivo de decisiones. ¿MENU O CARTA? Carta por favor.
Lo hablaba hace apenas un rato con dos enfermeras en la puerta del hospital. Medio en broma medio en serio. Bajaban como cada día a esconder las carencias de una sanidad rota por el dolor y el desgaste de los días detrás de los últimos aplausos. No hay porque esconderse, hemos aplaudido mucho. Yo el primero. A mi hermana, Antolín, Marta, Marina, Rosi, Elías y un larguísimo etc... que son interminables amores que de una u otra forma viven en mi corazón. Pero no por eso hay que esconder las carencias de una sanidad pública que se merece más respeto. Nos agarramos demasiado a los nombres propios y no a las instituciones que son las que deberían salir al rescate. Pero solo los nombres están a la altura siempre. No me duele prenda llorarles a dos metros de distancia cuando quisiera estrecharles de una vez. Pero “No conseguirán engañarnos a todos aunque a veces parecemos tontos” que diría Bunbury.
No hay dinero que pague una pandemia, lo vemos cada dia. No hay verano que sobreviva a este invierno decadente en el que nos hemos metido.
El roce de una mano se ha convertido en un articulo de lujo. Un abrazo no deja de ser una promesa incumplida día a día. A veces hasta disimulamos la mirada para no tenernos de frente. Nuestra sonrisa escondida. Nuestra rima secuestrada en ese espejo lleno de infinitos donde no hay puntos de fuga. ¿Qué teatro es este? ¿De quién es esta amarga serie sin final establecido? ¿Cuantas temporadas van a rodar con nosotros de protagonistas?
Sí, quiero abrazarte. Te lo digo todos los días de una manera o de otra. Lo deseo más que nada. Pero sin miedo y sin prisa. Porque en ese instante quiero soñar. Quiero volar y dejarte “volada”. Y que vengan las pandemias y nos hagan bailar encima de este puto terremoto. No se me ocurre mejor manera de terminar. No entiendo ya otra manera mas incoherente pero sincera de volver a empezar.
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