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La Unidad Médica Aérea de Apoyo al Despliegue (UMAAD) del Ejército del Aire nos narra de primera mano el trabajo épico allí desarrollado.
El comandante médico Armando José Munayco Sánchez, hace unas semanas, estaba en plena batalla sanitaria, volcado con la aportación que la Unidad Médica Aérea de Apoyo al Despliegue que había instalado en el improvisado hospital levantado en IFEMA. Ese hospital cerró provisionalmente el pasado 1 de mayo, después de asistir a 4000 infectados por el virus que asola a España y al mundo entero. Hoy, de vuelta al servicio cotidiano, el comandante Munayco es una voz más que autorizada para describirnos lo allí vivido.
“Realmente es difícil definir el trabajo allí visto. Es el resultado de decenas de profesionales volcados, cualificados, estimulados, muchos voluntarios”, nos cuenta orgulloso el comandante. En total diez efectivos de la UMAAD Madrid estuvieron desplegados en IFEMA: un médico, cuatro enfermeros y cinco efectivos de tropa.
Allí sigue ahora la instalación de IFEMA, en silencio, aguardando a lo que nadie quiere pero preparada por si otra vez fuera necesario su extraordinario uso. Hubo días que atendió a 1250 pacientes. Entre ellos estaban los internados en las unidades de cuidados intensivos levantadas por la UMAAD en un tiempo récord, seis en total. “Éramos siempre conscientes del drama y la tensión que nos envolvía”, recuerda el comandante Munayco. “Dos adjetivos resumen el trabajo de todos nosotros en este despliegue: trabajo y discreción”. Esa callada entrega les ha permitido atender a veinte pacientes críticos, todos con neumonía por COVID-19 de diferentes edades.
El trabajo en estas UCI ha sido prolongado, una de las características que tiene la lucha contra este virus tan atroz. “Nuestros pacientes han sufrido una larga evolución desde el comienzo de sus síntomas. Semanas de desarrollo de la enfermedad con especial compromiso en la fase inflamatoria por su afectación pulmonar fundamentalmente. El manejo ventilatorio ha sido especialmente intenso, vigilando otras complicaciones también asociadas a la enfermedad, tal y como hemos ido aprendiendo todos a la vez en España y en el resto de países afectados”, nos relata el comandante Munayco.
La dimensión de la pandemia ha hecho que la coordinación de esfuerzos sanitarios sea fundamental. El ejemplo vivo ha sido este hospital de IFEMA. El comandante médico Munayco valora como una de las claves del éxito esta eficaz gestión común de recursos y una significada ‘jerarquización’. Pero sin lugar a dudas la UMAAD ha lidiado con lo más duro de esta lucha.
La descripción de asistencia diaria a sus pacientes nos da buena idea del riesgo de contagio de estos profesionales. “Dada la condición crítica de los mismos se realizaban toma de constantes, analíticas, pruebas de imagen rutinarias y extraordinarias ante cambios significativos de la evolución de los pacientes. También se realizaron cambios posturales con frecuencia, así como manejo avanzado de la vía aérea. Estos últimos eran actos de especial riesgo”.
Los hombres y mujeres de esta unidad trabajaban en turnos de siete, siete y diez horas al día (mañana, tarde y noche) para evitar jornadas maratonianas que fatigaran al personal y restarán seguridad a sus acciones. El trato hacia sus pacientes no descuidaba ese ánimo tan necesario para sobrellevar el sufrimiento. “La mayoría estaba totalmente sedada durante los días de ingreso, pero en las fases previas les informábamos de las ventajas de avanzar con la terapia intensiva, les poníamos en contacto con sus familiares. Una vez extubados y despiertos se les trataba de animar para que fueran protagonistas de su propia recuperación. Aquí la labor de la enfermería es fundamental, manteniendo un contacto permanente con los pacientes en todo momento, dándoles un trato personal y humano durante todo el proceso, junto los auxiliares y celadores”.
El día a día allí apenas permitía compartir un café. Era enfrentarse con la vida y también con la muerte, una “montaña rusa emocional” como la define el comandante. Se trataba igualmente con los familiares vía telefónica. “Había que dar información médica de manera clara pero con la delicadeza necesaria para entender y tratar de asimilar la situación de cada momento. Hemos sido con frecuencia el único nexo con su familiar enfermo. En el caso de fallecimiento, el hospital IFEMA dio la posibilidad de que los familiares acompañaran al paciente horas antes y pudieran despedirse con la intimidad necesaria, apoyo espiritual o psicológico en caso necesario”.
Desde un punto vista profesional, lo vivido en IFEMA ha aportado importantes lecciones para este profesional. “Lo más importante, sin lugar a dudas, es que deberíamos apuntar a una reserva estratégica que nos permitiera prestar ese apoyo con todo lo necesario en el menor tiempo posible. Incluida la medicación y fungible. Así como incrementar nuestros puestos de críticos. Nuestra unidad está especializada en despliegues completos en cualquier parte del mundo y en cualquier entorno. Hay que aprovechar esas capacidades para hacerlo cuando sea también preciso en territorio nacional. Lo hemos visto y comprobado de primera mano. Y sabemos cómo hacerlo. Es un escenario que no admite demoras”.
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