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EL PARAÍSO DEL CINE DALIA

28-01-2022 7:31 a.m.

Cine Dalia en Pozuelo
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“Hubo un tiempo en que éramos felices con muy poco”, recuerda Francisco M. Barrio, en el foro Eres de Pozuelo, quien pasaba sus largas horas de domingo juvenil en el Cine Dalia, de Pozuelo de Alarcón. Con tan solo cinco duros, 25 pesetas de la época, los pozueleros podían “echar la tarde” en el cine del pueblo viendo dos películas en sesión continua que les hacían “soñar despiertos.”

Por Candela Jiménez - En la calle de las Flores, a finales de la década de los 60, Félix y Fuencisla abrieron el cine Dalia, que trajo una puerta hacia el ocio para todos los jóvenes de Pozuelo que no tenían permiso, dinero o ganas de viajar hasta Madrid. “Pasábamos estupendas tardes de cine en nuestro pueblo, huyendo del frío invierno o de la canícula agosteña”, recuerda con nostalgia Francisco M. Barrio. El inconfundible y envolvente aroma a ozono-pino, “un olor a cine muy característico”, 45 metros de pantalla, unas butacas azules de madera chirriantes, -¡más de 300!- aunque “muy cómodas”, y un suelo alfombrado cubierto de cáscaras de pipas y algún que otro chicle repegado era suficiente para hacer desconectar a los vecinos de sus labores diarias, recuerda Justo García, un vecino de Pozuelo y habitual de los tiempos del cine Dalia. 

Maquina que proyectaba las películas en el cine

Este cine ofrecía una programación de altura: películas nacionales e internacionales, un precio asequible y un bar -¡Visite nuestro bar!- donde se pasaban los intervalos entre sesiones tomando un refresco, patatas fritas, palomitas, kikos o aceitunas. “Las bolsitas de aceitunas nos servían de proyectiles cuando silbábamos el “morreo” de los actores o pateábamos como energúmenos si el sonoro o la imagen fallaban”, cuenta Francisco.

Al frente del bar estaba el “tío Marugán”, alías el “colchonero”, y no precisamente por ser hincha del Atleti, sino porque, aparte de camarero, practicaba un oficio ya perdido, el de “vareador”, el hombre que vareaba los viejos colchones de lana por todo el pueblo. 

El tío Marugán, en el bar del Cine

La Mari y su hermano Jose, porteros de postín

El cine tenía tres puertas, una situada junto al bar La Aurora, en la actual plaza del Padre Vallet, que se usaba como salida de emergencia; otra, estaba en la calle de las Flores, que era la entrada principal y donde estaban los dos porteros, “la Mari y su hermano Jose”, vestidos con sus mejores galas de domingo, y también había otra salida trasera. Ya no queda ningún vestigio de todo eso; ahora, el histórico cine Dalia se ha convertido en un gran almacén de Correos, donde se amontonan paquetes de todo tipo y cartas frías de bancos, nada que ver con el espíritu romántico que envolvía el aire de aquellos tiempos del cine.

Puerta trasera, salida de emergencia del Cine Dalia junto al bar La Aurora

“El Dalia era el icono de Pozuelo junto con el baile de la Ynseparable. Era el cine más grande que había en toda la zona, ya que Majadahonda y Boadilla no tenían”, recuerda Justo con nostalgia de sus tiempos jóvenes en Pozuelo, en los que pasaba unos auténticos “domingos de cine” junto a sus amigos y alguna que otra chica. “El cine y el baile eran lo que más representaba a Pozuelo, también es verdad que no había muchas más distracciones, y venía mucha gente de los alrededores”, relata, vagando por su recuerdos.   

“Fiebre de Sábado noche”, “El Séptimo de Caballería”, “La Guerra de las Galaxias”, “ET”, ”Tiburón”, “Furtivos”, “El último tango en París” ,las películas de James Bond o “Mujeres al borde de un ataque de nervios” -que provocó un gran llenazo en la sala con el cartel de “no hay billetes”-, eran solo algunos de los éxitos que, tras estrenarse en los cines de la Gran Vía, llegaban a la gran pantalla del Cine Dalia. “Ponían películas muy buenas. La primera que ví fue “Furtivos”, siendo muy joven, “y me quedé impresionado”, asegura Jesús Gironés, periodista y escritor de Pozuelo. 


¡¿Qué hacéis?, que las manos van al pan!

La época del Cine Dalia coincidió con los tiempos en los que Pozuelo aún era un pueblo pequeño donde todos se conocían y el suelo de la plaza del Ayuntamiento era de tierra. Pasar la tarde del domingo en el cine viendo tres películas seguidas a color era el mejor plan porque en la televisión todavía resistía el blanco y negro. “Al cine íbamos los domingos, porque el viernes y el sábado se salía y el domingo era para descansar o ir al cine”, comenta Justo. 

El cine era un lugar para pequeños, jóvenes y mayores, un lugar seguro. “Muchos padres dejaban a sus hijos solos en el cine, tenían confianza de que no iba a pasar nada malo porque todos nos conocíamos”, asegura Esperanza Morón, pozuelera, historiadora y socia de la Asociación Cultural La Poza. 

La fila de los mancos, un lugar para las parejas en el Cine

“Los jóvenes se ponían en las butacas de delante; en el medio de la sala se acomodaban los adultos y al fondo, las parejas de enamorados”, cuenta Justo. “Hubo un tiempo en que tener la ventura de que alguna pozuelera consintiera sentarse contigo en “la fila de los mancos” nos desbocaba el corazón ...por un beso robado o un codazo en el costillar si se te iba la mano al "pastel", comenta Francisco M. Barrio. 

Y había que estar muy pendientes del “Tío Goyo”, el severo acomodador, vigilante del orden y del sagrado recato. Te reñía y deslumbraba con su gran linterna al primer desliz. Menudo era el Tío Goyo, porque en esos tiempos el acomodador, vestido de gala y con galones, tenía mucha autoridad. “Si te dabas un beso o un arrimón con una chica, llegaba y te decía “¡Eh, qué hacéis!” y te apuntaba con la linterna, y, ¡hala!, cada uno en su sitio, que las manos van al pan”, recuerda Justo con una sonrisa. El tío Goyo y Antonio eran los dos pozueleros encargados de esa misión de acomodadores y guardianes del pudor.

La magia eterna del cine

La familia Ojalbo era la encargada de mantener “la magia eterna del cine”, como en la fantástica película Cinema Paradiso, de Giussepe Tornatore, donde el protagonista, el joven Totó, observa el cine fascinado y siente curiosidad por la labor de Alfredo, el proyeccionista del cine del pueblo.

Los Ojalbo eran los responsables de darle “cuerda” al carrete en esa enorme máquina que hacía que se proyectasen las imágenes en la pantalla del cine Dalia. Estas antiguas máquinas, auténticas reliquias, se encuentran actualmente expuestas en la Sala Educarte, de Pozuelo. 

El matrimonio Olmos, Felix y Fuencisla, dueños del Cine Dalia

Esta feliz época del cine Dalia terminó a finales de los años 80, cuando Pozuelo se fue haciendo más ciudad y menos pueblo; más gente, más viviendas, más comercios y… un  cine más moderno, adecuado a los nuevos tiempos, que estaban llegando a toda velocidad.  Se inauguró el cine del Zoco de Pozuelo, lo que provocó que la huida del personal hacia esas nuevas instalaciones, aunque el matrimonio Olmos, formado por Félix y Fuencisla, mantuvo vivo el Cine Dalia un poco de más tiempo.

El recuerdo del cine Dalia, como en Cinema Paradiso, nos devuelve a aquellos años en los que el cine era un gran suceso, una reunión del pueblo; a aquellos años en los que la censura se dedicaba a cortar los besos o las escenas violentas. A un aroma y unas costumbres ya diluidas en el tiempo, totalmente extinguidas. 

Es un viaje a través de la memoria de ese cine de Pozuelo que atraviesa todas las etapas de la Transición hasta llegar a un momento, finales de los años 80, cuando las salas de cine debieron ser clausuradas debido a las nuevas formas de consumo y las nuevas tecnologías que, por supuesto, también arrasaron con aquella profesión emocionante de proyeccionista, la que fascinaba al pequeño Totó, cuando Los Ojalbo se afanaban en “darle cuerda al carrete”.

“Llegaron los hipermercados y las grandes superficies, llegaron otros tiempos y se lo comieron todo”, remata Justo, con cierto lamento y una dulce sonrisa resignada.

COMENTARIOS

29 de enero de 2022 a las 17:49

Suscribo todo.

Fantásticos recuerdos.Todo lo que se cuenta lo viví yo.Cuando ya no íbamos al cine a mediados de lus 80 seguíamos quedando en la puerta del Cine Dalia, la que daba al Ayuntamiento,  hasta que poco a poco nuestro cine se acabó,  lo cambiamos por el Zoco de Majadahonda y de Pozuelo. Casi a la vez acabó  también  el emblemático cine de Aravaca, al cual íbamos también  los pozueleros.


29 de enero de 2022 a las 17:26

Cine Dalia

La puerta principal estaba en la Calle Escalinata num. 2, en la Calle Las Flores estaba la otra puerta trasera.

 Aunque es una calle pequeña, ya que sólo tiene 3 números, y peatonal tiene su nombre y hemos sido un gran número de niños los que nos hemos criado jugando en esa calle


29 de enero de 2022 a las 00:17

Y los demás no cuenta

Falta goyo, antonio y toda su familia 


28 de enero de 2022 a las 19:37

Cine Dalia

Un día de cine de barrio era un día de fiesta. Tu madre te vestía para ir al cine, y ella también se ponía un vestido bonito, especial. Y ese bocadillo del intermedio. Y la amplia sonrisa de niño, los ojos relucientes de la impresión y los mofletes sonrojados. Y al acabar la sesión eras Bruce Lee o El llanero solitario, por supuesto. Y luego, a dormir como duermen los héroes.


28 de enero de 2022 a las 17:11

Cine Dalia

Que buenos momentos pase allí, como pasa la vida, como pasan los años. Saludos 

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