Por Ignacio Sánchez - La primera, en la sección más peligrosa de todas, la de detonadores, causando heridas de mucha gravedad a dos trabajadores. Minutos más tarde se produjo otra en la sección pirotécnica, aunque en esta ocasión no se produjeron daños humanos ni materiales.

Uno de los dos heridos fue Juan Francisco Sánchez de Castro, Paco, de 31 años de edad y natural de Pozuelo de Alarcón. Paco trabajaba cada mañana en la fábrica de Húmera, en la sección de detonadores y resultó ser el peor parado de los dos, debatiéndose entre la vida y la muerte tras el accidente. A causa del terrible siniestro el joven trabajador perdió los dos brazos y la vista en ambos ojos y, además, sufrió tremendas quemaduras por todo su cuerpo y la cara.

Paco y su mujer Pilar en la boda de uno de sus hijos. Año 1987.

“Estábamos avisados de que podía haber una explosión”

“Yo estaba en otra sección, la de soldadura, mucho menos peligrosa que en la que estaba Paco. Cuando nos enteramos, él ya había sido trasladado al hospital. Antes de entrar a trabajar nos decían que, si escuchábamos una explosión, debíamos continuar trabajando. Era un trabajo muy peligroso y ya nos tenían avisados de antemano que podía producirse este tipo de situaciones”, relata Teo, compañera de Paco en la fábrica y uno de los pocos testigos que quedan vivos de aquel accidente.

La explosión provocó una inmensa conmoción entre la población  de Pozuelo, pues uno de sus vecinos luchaba en el hospital por su vida a causa del grave siniestro. “Cuando nos enteramos del accidente de Paco, nos quedamos atónitos. No nos lo podíamos creer. Fue un shock tremendo y solo queríamos conocer más noticias sobre su estado de salud y esperar a que se recuperase lo antes posible”, recuerda Saturnino, amigo de la infancia de Paco.

21 días antes del accidente, Paco y su mujer, Pilar Bertoli, habían sido padres por segunda vez, esta vez de José Luis, el hijo mediano. El mayor de los hijos, Javier, tenía dos años en el momento del accidente. Ninguno de los dos pudo conocer a su con brazos. Mucho menos el tercero de los tres, que nació un año después de este fatídico episodio.

Paco, con sus tres hijos, días después de regresar de su estancia en la Clínica Barraquer, de Barcelona. Año 1963.

Mención especial merece su mujer Pilar, tres años menor que Paco, y sevillana de nacimiento. Llegó a Pozuelo de Alarcón con 18 años para trabajar como cocinera en una casa, entre las calles de Sagunto y Las Flores. Años más tarde de su llegada conocería a Paco y, tras el accidente de la fábrica, se mantuvo a su lado cuidándole y asistiéndole durante toda su vida.

Tras el accidente, Paco pasó más de un año en el Hospital Clínico de Madrid quebrantado por el dolor. Frecuentó hospitales, consultas y enfermerías de forma asidua para ir curándose de las quemaduras y la metralla que había quedado cosida a su cuerpo. Los meses posteriores al accidente Paco demostró su enorme valentía y coraje ante esta situación. Su vida había cambiado radicalmente, pero nunca se quejó. Desde el primer momento afrontó la vida de forma positiva y con ganas de disfrutar: “Yo nunca me quejé, me quitaban las quemaduras con pinzas”, relataba Paco a uno de sus nietos. Tras un año en el hospital, Paco viajó a Barcelona para ponerse en manos del prestigioso doctor Barraquer, y allí permaneció casi un año. Cuando ocurrió el accidente, Josefa, la madre de Paco, organizó un festival benéfico con el objetivo de recaudar fondos para costear el viaje a Barcelona así como la operación, consiguiendo un total de veinte mil pesetas.

Paco, con su mujer Pilar y su hijo Carlos, el pequeño de los tres. Año 1963.

La maldición del ojo en la familia

Después de innumerables pruebas, se llegó a la conclusión de que podía recuperar la vista en uno de sus ojos a través de una delicada operación de trasplante de córnea. Mientras tanto, el otro ojo quedaba vacío ante la imposibilidad de poder recuperar la vista.

Dos años después del accidente, Paco recuperó, por fin, la vista en uno de sus ojos gracias a los cuidados del Dr. Barraquer.  Habían sido meses muy duros donde todo parecía imposible, sus padres Josefa y Paco habían sufrido mucho, pero siempre sin perder la fe.

Con el paso de los años, Paco fue una persona muy querida entre los vecinos del pueblo. Algunos le conocían como “El Melli”, por tener un hermano mellizo y que, casualidades de la vida, también le faltaba un ojo a causa de un accidente con un tirachinas. El padre de los mellizos, también llamado Paco, al igual que sus dos hijos, tuvo la misma mala suerte de quedarse sin uno de sus ojos al descorchar una botella de champán. Su gran espíritu de lucha y fortaleza caló de lleno entre todos los que le rodeaban, donde nunca pasó desapercibido entre los pozueleros. “Nuestro padre nos enseñó a valorar cada momento, cada día, cada segundo. Fue un ejemplo de vida para todos y eso nos motivó a seguir adelante y no preocuparnos por cosas que no lo merecían”, declara José Luis, el hijo mediano de Paco.

Paco falleció en mayo de 2018, a la edad de 88 años, rodeado de sus seres más queridos, dejando un recuerdo imborrable entre los vecinos del pueblo, y fue enterrado en el cementerio de Pozuelo de Alarcón ante una multitud de personas.

Breve historia de Unión Explosivos Río Tinto

Tras el final de la Guerra Civil, la Unión Española de Explosivos se muda a Madrid, teniendo antes su sede en Bilbao. Años más tarde del asentamiento del franquismo en España, la empresa toma una posición consolidada a nivel nacional en el sector armamentístico.  A partir de 1949, la Unión Española de Explosivos se centra en seis líneas de actuación a nivel industrial: abonos, productos químicos, explosivos industriales, explosivos militares, minas y estudios. En 1970, la Unión Explosivos Río Tinto surge a raíz de la fusión entre dos de las empresas más importantes del sector industrial: Unión Española de Explosivos y la Compañía Española de Minas de Río Tinto absorbió a la Compañía Española de Minas de Río Tinto, naciendo así Unión Explosivos Río Tinto (ERT). Desde ese momento, este grupo empresarial pasa a ser el más grande de España, obteniendo una posición hegemónica en dos principales sectores: el armamentístico y el químico.

En 1989, Unión Explosivos Río Tinto desaparece tras la fuerte crisis que afecta al sector industrial en España. Durante esta crisis, la sociedad Cros, se convirtió en la máxima accionista de esta empresa pasando posteriormente a llamarse Ecros.