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En Aida Gómez (Madrid), lo que se ve inmediatamente es la fuerza de sus ojos y un optimismo que directamente te alegra el día. Para poder transmitir eso, se tiene que llevar dentro. Aida lo tiene y, como la princesa etíope de Verdi, regresa. En el caso de la nuestra, es siempre de países como Rusia, donde acude para dar clases magistrales. Ahora es ella la que enseña, aunque nos asegura que no deja de aprender