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No hay día que no me repita ese mantra de “Todo va a salir bien al final, y si no es así… Es que aún no es el final” de Antoine de Saint-Exupéry.
Se que muchos repudian este tipo de mensajes. Yo mismo hace poco tiempo me habría reído. A veces estas frases de autoayuda me parecen pura estafa, pero veo en la calle el caminar lento de las personas que este martes salen a trabajar con honda preocupación. Muchos han dejado en casa a sus seres queridos y sienten un apego sin limites en estos días tan difíciles. Y me lo repito. Vaya si me lo repito.
He estado releyendo La Peste de A. Camus, como no podía ser de otra manera, conociéndome . Creo que en estos días es el libro mas descargado y línea tras línea hay una realidad que me abruma. “La verdadera generosidad para con el futuro consiste en entregarlo todo al presente”. Pues si, Albert, si, en eso estamos.
Hoy me toca aeropuerto. Cuando veo que hay trabajo me asaltan dos sentimientos contradictorios. Por un lado alegría, hay trabajo. Por otro cierto temor, hay que esquivar al virus, tomar precauciones. Hay miedo.
Antes de bajar a Madrid, como cada día doy una vuelta por Pozuelo. Subo hasta el cementerio, hay nubes. Son bonitas. Hace frio pero no tanto como el que nos producen las noticias que actualizan el numero de infectados y muertos. Acaban de anunciar 17 fallecidos en una residencia de ancianos de Madrid. Un drama. Ellos, los mas vulnerables. EL recuerdo para mi madre recluida en casa con la ayuda de mi hermana cada dia. Sí, también se ocupa de ella. Y tiene tiempo para alguna cosa mas.
Pienso en ella mientras la M40 devora kilómetros y recuerdos y Travis suena en la radio. My Eyes.
El aeropuerto esta semivacío. Me cruzo con varias personas y sus maletas. Mascarillas casi en la mitad de las personas. Guantes: los trabajadores del aeropuerto y poco mas. Colas que no respetan demasiado la distancia de seguridad. Personas que vuelan a otros lugares del mundo quizás con este virus. No hay caras de preocupación ni pesar como en el centro de Madrid.
Aquí no hay muchas fotos que hacer. Gente con el móvil despistada de un sitio para otro. Carros de limpieza con heroínas empujándolos y las pantallas con los vuelos, medio vacías.
Repaso mis mensajes y me encuentro con uno de esos que no quieres leer nunca y que siempre comienzan así: “ Lamento comunicaros…” El padre de José J, se ha ido. Una de las personas a las que mas quiero en esta vida. ¡Vaya mierda! Y el no puede abrazarse a su gente para decirle adiós. Y en plena cuarentena las cosas son todavía mas complejas. Y los sentimientos desordenados vienen y van hasta ningún lugar.
Antonio fue la persona que me dio mi primer trabajo serio ( los primeros carteles en Madrid hablando de reciclar) . Me pateé cada calle de Madrid y que bien me vino aquel dinero. Ya no se ganan esos sueldos que diría mi madre.
Luego vinieron las visitas a su casa en Marques de Vadillo. O cuando bajaba al Calderón a ver a mi Atleti verle en los soportales saludándome y contándome alguna de sus ocurrencias. Era francamente divertido. Con un humor muy suyo, muy Landáburu.
-Quiero que sepas que me ha dolido mucho que te vayas. Nunca estamos preparados para dejar marchar a los nuestros.
La puerta del sol esta triste. Ataviada con el ejercito vigilante ocupando parte de la plaza.
Madrid está triste. Hay que llorar porque hoy sólo nos queda dejar correr la vida y las lagrimas hasta que todo se limpie y volvamos a reír.
Va por ti José J. y por tu padre que es un poco el nuestro, el de todos.
Va por todos los que en estos días pierden. Y por los que ya se fueron.
Ganaremos. No me cabe duda, pero hoy toca replegar.
Sentir para volver a vivir.
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