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Se amontona la solidaridad. Se coloca en filas de a uno con la distancia de seguridad imperturbable. Lleva mascarillas y reparte comida. Esto no es la cocina solidaria de José Andrés. Esto es el menú del día frente a las estrellas Michelin. Todo suma pero cada cosa en sus sitio.
“El barrio salvando a el barrio” reza el cartel en la puerta de la asociación. La cola serpentea de una plaza a otra. Hay dos direcciones que rodean un edificio y que llegan a la misma puerta. Las ventanas abiertas de par en par. Huele a comida. Huele a suelos de terrazo y paredes de gotelé. La ropa esta tendida en la cuerda de la calle. Sale por las ventanas el Madrid del taxi, del comercio local, del funcionario sacrificado. El Madrid de la calle. La ciudad de los nietos de esa España vacía que quieren secuestrar unos pocos. El de la antigua cárcel de Carabanchel a dos pasos de aquí. Aquí la bandera la llenamos de sudor y lagrimas dice Martin, ferralla en paro. Chico todo son filas… llevamos una temporada “quepaqé”. Mi España no será la suya pero sigue siendo España, ¿o no? Asiento con la cabeza y sigo la fila con el zoom montado en la cámara.
Gabriella tiene un papel amarillo en la mano. Ha dado su nombre y su domicilio en una de las mesas que organizan las filas. La bolsa que le corresponda dependerá del numero de personas que vivan en su casa. No podrá volver hasta la semana que viene. Queda registrado su nombre y su domicilio. Una bolsa por casa. La vida en una bolsa llena de esperanza.
657 personas han pasado ya. La una y diez. La mañana ya está echada. A ver si podemos hacer la comida. 657 bolsas repartidas para mayor gloria de un sistema herido de muerte tal y como lo conocemos. La gente al rescate de la gente. Las bajas de la guerra como siempre en el mismo rango. Soldados dirigidos a un paredón de hambre y miseria sin mas contemplaciones. Las fotos siguen siendo duras. Muchos siguen pensando que esto se había acabado. Y, ya ves, esto no ha hecho nada mas que empezar.
La avenida de los poblados: ha muerto Julio Anguita. Querido “Maestro”. Se va la madurez política y la honradez personal. La Cordura. El Sentido común. Vigílanos. ¡Échanos una mano Julio!
Los ladrillos suenan Burning y las calles saben a Leño. Las camisetas de los conciertos no se planchan y la ropa esta tendida en las cuerdas de la calle. La cacerola esta hirviendo en la lumbre y se la golpea de a poco para remover el guiso. No hay más. La canción es siempre la misma. La historia la iremos contando.
Eso si “señorías”, que diría el Maestro Rosendo:
“Prometo estaros siempre Agradecido”
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