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La Audiencia Provincial de Madrid ha condenado a más de 27 años de prisión a Bruno Hernández Vega, conocido como el descuartizador de Majadahonda, por las muertes de su tía y de su inquilina, cuyos cuerpos troceó con una picadora industrial y cuyos restos no han aparecido.
Según ha informado hoy el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM), la Sección 30 de la Audiencia madrileña ha descartado que la esquizofrenia paranoide que padece el acusado, que ahora tiene 34 años, anulara sus facultades mentales, al no establecerse una relación entre su delirio y los asesinatos.
El tribunal le condena a 27 años, tres meses y un día de prisión después de que el jurado popular le considerara responsable de las muertes de su tía, Liria Hernández Hernández, y de su inquilina Adriana Beatriz Gioiosa.
Por cada uno de estos crímenes le condena a doce años de cárcel, y el resto de la pena es por el delito continuado de estafa (veintiún meses y un día de prisión), por falsedad documental (seis meses de prisión) y por tenencia ilícita de armas (un año de cárcel).
La sentencia considera probado, tal y como estableció el jurado popular, que tras matar a su tía Liria en una fecha por determinar, Bruno Hernández constituyó una empresa de construcción con el ánimo de obtener un beneficio económico de esa muerte.
Así cargó a la cuenta de su tía, meses después de su fallecimiento, recibos por importe de más de 33.000 euros, y con el mismo propósito simuló la firma de su pariente en un contrato falso de arrendamiento, por el que la fallecida le cedía el uso de su vivienda de la calle Sacedilla de Majadahonda, que es donde se encontró la picadora industrial con la que Bruno troceó tanto ese cadáver como el de su inquilina.
La sentencia considera igualmente probado que el condenado, años después de este primer crimen, el 1 de abril de 2015, causó la muerte de Adriana Beatriz Gioiosa Nassini, cuyo cadáver también troceó e hizo desaparecer ayudándose de la misma picadora de carne.
Para hacer creer a los allegados y amigos de Adriana que la joven seguía con vida y se había marchado de viaje, tres días después de su muerte introdujo bajo la puerta del establecimiento comercial en el que ella trabajaba un sobre con una carta mecanografiada dirigida al gerente en la que le supuestamente le contaba esa intención.
Además, para otorgar verosimilitud a la estrategia, Bruno envió mensajes con el móvil de la fallecida en los que explicaba que se encontraba en Barcelona de camino al extranjero.
El condenado hizo desaparecer los cuerpos ocultándolos en un lugar desconocido, aún por determinar. En el registro de su vivienda se encontraron diferentes armas para las que no tenía licencia.
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