REDACCIÓN / Imágenes Ricardo Rubio - Anoche, en un Movistar Arena repleto, Joaquín Sabina puso fin a su gira “Hola y Adiós” con un sentido “último vals” que se convirtió en una despedida emotiva para Madrid —y para quienes lo han seguido durante décadas.
Sentado en su taburete, con la voz algo rasgada pero la honestidad intacta, Sabina repasó clásicos inolvidables que marcaron a varias generaciones, recordando sus inicios y agradeciendo a su público por acompañarlo en este viaje.
Más allá de la nostalgia, la noche fue una celebración colectiva —un canto a la memoria, al arte y a las historias compartidas. Su despedida deja un legado imborrable, pero también la certeza de que, aunque Sabina abandone los grandes escenarios, sus canciones seguirán vivas en cada estribillo susurrado por los que lo escucharon.