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Por Carmen Millán - Ambiente por todo lo alto la tarde de la capea de las peñas, la plaza de toros, a rebosar; los paisanos, encaramados a las talanqueras, y decenas de atrevidos corredores en la cuerda del encierro. Y sobre el ruedo, dos mujeres toreras que causaron sensación.
Transcurrió sin incidentes el encierro vespertino del martes de las fiestas de Pozuelo a excepción del percance sufrido por un vecino que, al tropezar, sufrió un fuerte golpe en la cabeza y tuvo que ser retirado en camilla por las asistencias del Summa, sin más consecuencias. Dentro de la plaza, ambiente festivo en los tendidos a la espera de los valientes capoteros. En este caso, capoteras.
Saltó al ruedo, a paso lento y con su muleta montada, María Ioannou, ciudadana rumana y cañí vecina de Pozuelo, y armó el taco ante el becerro engreído. Con su temple y aplomo firme, bien plantada en la arena y el burel entrando al trapo como si fuera consorte de un pasodoble florido, tan español y romaní.
Derechazos y naturales de ley trenzados con cambios de manos y pases de pecho largos y sentidos. Olés rugieron desde los tendidos.
A ella le siguió otra fémina del lugar que también demostró sus buenas maneras taurinas, serena y con su peñizco efervescente prendido de la franela. Pozuelo puede presumir de mujeres toreras. También saltó algún al ruedo que otro aficionado más y, remataron el asunto alumnos de la escuela taurina que emocionaron al personal con sus espíritu torero, su ilusión y su juventud bendita.