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ABRIL 2014  /  ENTREVISTAS

HAY VIDA DURANTE EL CÁNCER

01-09-2014 12:55 p.m.

Ha convertido la filantropía en una forma de vida. No sabe hablar de otra cosa que no sea el cáncer y la lucha que realiza desde su fundación para conseguir su curación. Seguro que conoces a alguien que tiene o ha tenido cáncer. Un primo, un tío, un amigo… Sentarse con ella y conocer su experiencia vital es un ejercicio que tendría que hacer la gente. Se aprende mucho de personas que vuelven a vivir. Y no una vez, sino que ella le ha dicho al cáncer que iba a seguir viviendo en dos ocasiones. Sandra Ibarra, que cumple el 8 de este mes 40 primaveras, es una vallisoletana nacida en República Dominicana que irradia energía y fuerza. No sólo eso, sino que tiene tanta de sobra, que le da a los demás

Tiene una historia larga, pausada, con muchas anécdotas, pero sobre todo, con un afán de superación y de ganas de vivir que trasmite en cada una de sus palabras. Su vida ha tenido tres comienzos: cuando nació, cuando de diagnosticaron leucemia a los 21 años y a su madre le dijeron que si superaba el fin de semana (se lo comunicaron un viernes) podrían empezar con el tratamiento. No le dieron ni dos días de vida. ¡Y lleva 20 años! Después de superarlo y de rehacer su vida… volvieron a diagnosticarle leucemia siete años después. Está claro que alguien así tiene algo que contar y enseñar. Y lo hace: enseña a la gente que debe vivir con el cáncer, que hay vida durante la enfermedad. Pero vayamos por partes.


Cromosoma de hombre

Cuando le dijeron la primera vez que tenía una infección del 95 por ciento en la sangre (en aquellos entonces no se usaba la palabra cáncer, para hablar por teléfono tenías que bajar a una cabina para llamar…), era una jovencita que se vino a Madrid a estudiar periodismo y a ser modelo, “algo que tenía claro desde el principio”, nos señala. Sabía que tenía que luchar para superar el cáncer y cuatro meses después le dieron el alta. “Me tomé un Nolotil y monté una fiesta rociera en la que no paramos de bailar”, dice.

Después decidió darse la quimioterapia en Madrid y regresar a Medina del Campo “a vomitar, porque es allí donde estaba mi gente. Creo que he vomitado en todas las partes de la carretera de La Coruña”, comenta entre risas. Al funcionar el tratamiento, le comentaron la posibilidad de realizar un trasplante de médula. Sus hermanos, dos chicas y un varón, fueron los primeros en hacerse las pruebas y su hermano era compatible con ella en un 99%.
Hasta esa fecha, el único referente que había en España con este tipo de cáncer era el tenor José Carreras, que se marchó a EE.UU. a curarse. La gente le daba ánimos, pero a ella eso no le faltaba. Aunque sabía que había pocas personas que se habían curado. Tomó a Carreras como ejemplo y el 1 de diciembre de 1995 se sometió al trasplante de médula donado por su hermano César. Estuvo aislada cerca de un mes en una pequeña sala totalmente aislada hasta que mejorase. Lo hizo el día de Navidad con la condición de regresar para hacerse los seguimientos. Cuando volvió al hospital, estaba tan bien, que no tuvo que hacerlo más.


Retomar la vida

Salió y a los tres meses “ya estaba subida en la pasarela con un pelucón en favor de la Asociación Española Contra el Cáncer. Estaba fatal, pero me tomé mis pastillas en el camerino y me puse a desfilar. Ahí es cuando vi lo maravilloso que es volver a la pasarela de la vida. Volver a estar en lo que me gustaba. Además, hacerlo con las mejores modelos que había en aquellos entonces supuso para mí una inyección de ilusión y no las que me habían puesto en el hospital. A partir de ese momento volví a retomar mi vida”, nos cuenta Sandra.

De nuevo fue a la Facultad a matricularse, a llamar a las agencias de modelos, a la autoescuela. Puso el marcador de la vida a cero y comenzaría de nuevo en todo lo que tenía proyectado. Además, y a raíz de un reportaje que se publicó en la revista Hola, su vida se hizo más conocida. “Una modelo de Medina del Campo se cura del cáncer en la Seguridad Social. Ese mensaje caló mucho en la sociedad y me llamaba gente de cualquier parte de España que me quería conocer y que les contara mi historia. Yo quería retomar mis sueños, pero teniendo claro que gran parte de mi tiempo lo iba a dedicar a estas personas que requerían mi presencia o mi ayuda”, señala y continúa: “no entendía por qué había que esconderse, por qué la gente no decía qué tipo de palabras, por qué no llamaban a las cosas por su nombre. Antes lo hacía por intuición, ahora por convicción”.


De nuevo, el mazazo

Después de haber recuperado su vida y hacer todo lo que quería… le volvieron a llamar siete años después para hacerse una analítica y le dijeron que se le había reproducido. “Si la primera vez duele, la segunda es… Conoces es lo que tienes, sabes que se reducen las posibilidades”, recuerda Sandra y asegura que “siempre piensas que el cáncer lo tienen otros, o que no vas a recaer, pero te toca”.

Destaca que el cáncer tiene sus dos vertientes, la física y la psicológica y en muchas ocasiones es más dura la segunda. Después de que se lo contaran se quedó pensando que “si la primera la ves como una prueba, la segunda, ¿cómo la veo? Esa prueba ya la pasé. En esta segunda buscas esa mentira piadosa y ver cómo la tienes que pasar”, se pregunta.

“Además -continúa-, de repente me acordé de que tenía que ir al concurso Pasapalabra. Me había comprometido con ellos ir al día siguiente de que me notificaran que había recaído. Al final decidí que después de hacerme la prueba médica iría al programa”. No se lo había dicho a nadie y ese era el mayor concurso que tenía por delante. Contárselo a su familia. A su madre, que se pasó todos los días con ella en el hospital la primera vez y cuando lo hizo esperó que llegara de unos días que pasaba en Galicia. Fue lo más duro. Decirle que otra vez les tocaba volver a pelear. La respuesta de su madre fue: ¿Cuándo nos ingresan? Se lo tomó como que hay que pasarlo. Ya sabían que era lo que tenían que hacer. Regresar al Hospital La Princesa y recorrer ese pasillo en el que sabes que entras, pero no sabes si sales. Volver a pasar por lo mismo, encerrada, con el sistema inmunológico al mínimo… pero…

Pero está aquí, haciendo una entrevista en la que nos cuenta todo lo que pasó y describe cómo es eso. Y volvió a salir. En esta ocasión a los 47 días. Se puso un pañuelo en la cabeza y dio una rueda de prensa en el hospital diciéndole al mundo que no sólo puedes salir una vez del cáncer sino, que si te lo propones, sales una segunda. “Eso sí, destrozada, pero con mi minifalda y mis tacones. Salí a decirle al mundo que iba a luchar para salir adelante”, afirma entre risas. Matiza una cosa muy importante para ella: “no es que haya vida después del cáncer, es que la hay durante el cáncer”.

Y, de nuevo, gracias al trasplante de médula de su hermano. “César es mi seguro de vida. La verdad es que en esta segunda ocasión, gracias a los adelantos médicos que hay, el trasplante es como una trasfusión de sangre. No es tan doloroso como la primera vez, aunque tienes que volverlo a pasar. Y además, otra vez coincidía con Navidad. Esta vez estuve el 23 de diciembre en casa, aunque me pasé más tiempo en Urgencias que en casa. Hubo un pequeño rechazo y me quedé sin lágrimas, sin saliva, sin las mucosas del cuerpo. Me dijeron que no iba a ver más… pero lo peor es la incertidumbre. Si me hubiesen dicho que estaría en mi fundación hora, me lo tomaría de otra manera. Caí en manos de Gabriel Simón, un oftalmólogo que me habló como lo hace mi madre y recuperé la vista. Los efectos secundarios desaparecieron y ahora no tengo ni ardor de estómago. Esto es la leche”, afirma convencida.

Las cuentas de la felicidad

Con sus palabras, de lo que te das cuenta es de la voluntad que se tiene para conseguir lo que quieres y Sandra ha demostrado que lo que quiere es vivir y decirle a la gente que debe vivir. Eso es lo que hace, lo que lleva haciendo más de 12 años. Ha colaborado con todas las asociaciones que hay en España. Ayudaba siempre que podía, pero cuando regresaba a casa, le asaltaba la misma duda: ¿qué estoy haciendo contra el cáncer? Esa cuestión tuvo respuesta cuando recibió un premio de manos de los Príncipes de Asturias por su labor con la Asociación Española Contra el Cáncer porque le sirvió como acicate para crear la Fundación Sandra Ibarra.

“La fundación me permite canalizar todo en la lucha contra el cáncer. Hemos creado unas becas de investigación, hacemos campañas de prevención. Para eso, necesitábamos una entidad jurídica. Ahora firmamos convenios de colaboración con distintas asociaciones, con la comunidad científica, con el Ministerio de Sanidad, la OMS. Lo que hemos hecho ha sido profesionalizar ese trabajo”, señala orgullosa Sandra, sabedora de lo que están consiguiendo. Un ejemplo claro es que han conseguido un millón de euros para becas con su última campaña.

Hay vida durante el cáncer, hay vida durante la adversidad. Esa es la frase que manda siempre Sandra, “siempre estamos esperando algo para vivir y se nos olvida que tenemos todo lo necesario para vivir. Podemos salir, entrar, vivir la crisis… Concha García Campoy querría vivir la crisis, ¡seguro! Eso significa que estaría viva”, nos dice. Eso es lo que cuenta en su libro Las cuentas de la felicidad. Son esas cuentas que tienes pendientes y que vives cada día. Señala que “hay que colaborar con tu enfermedad. Luego hay una configuración de astros a los que hay que ayudar, ya que hay gente que con los mismos medicamentos y el mismo tratamiento no lo consigue, por eso hay que luchar cada día”.
Para ella, la forma de vivir es el día a día. Y eso es lo que proyecta desde la fundación nos lo cuenta cuando la responsable de prensa aparece con una de las nuevas campañas que está llevando a cabo, con una marca de ropa solidaria “Kiss and fly”, que es la que lleva puesta durante la entrevista. Empezó como tienda on line y el día de su cumpleaños tendrá la ropa en 22 puntos de venta en toda España. “Si va bien la tienda de ropa (donan el 20% para becas de investigación), va bien la fundación y podremos llevar esperanza a todos los enfermos de cáncer”.